Ego
Por Jordi Vilá
Escribió Francisco de Quevedo:
Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa….
Y después de ver algunas actuaciones corporativas y docentes, me apetecería esbozar un poema a algo mayor (o menor, según como se mire) que una nariz. Creo que podría ser más o menos así:
Érase un hombre a un Ego imantado,
Érase una mujer que competía en su estupidez y osadía,
Érase un ser tan pequeño,
Que la persona ni tan solo lo veía.
Conforme más daba de comer a ese Ego,
Más y más gordo se tornaba
Mas no pensaba que de pura soberbia,
El ser poco a poco descarnaba.
Podríamos seguir, pero me temo que mis dotes frente al verso distan mucho de Quevedo o de mi poeta actual favorito, Joan Manuel Serrat, quien ya nos hablaba de “La aristocracia del barrio, lo mejor de cada casa”. En otro de los versos de la canción nos dice “qué se va a hacer, ha de haber gente pa todo”
Y así es como veo a esos Egos, lo mejor de cada casa, desbordando de puro gordo a ese maravilloso ser que yace dentro de él y al que hace cada vez más pequeño, cada vez más insignificante, escondido entre las máscaras de su Carnaval de vida particular, hasta que llegue una luz, quizás la de una pequeña llama, que le permita brillar.
Decía uno de los mejores profesionales que he conocido nunca, maravilloso profesor, que su sencillez venía, precisamente, de haber dado de comer, a ese pequeño bastardo, hasta hacerle reventar.
¿Te reconoces?, a mi se me parecía bastante, afortunadamente, en otra época. Hoy se hizo pequeño y me liberó.